
Recuerdas cuando eras niño y jugabas a girar en círculo con tus amigos, tomados de las manos, girando y girando hasta que, de repente, alguien se soltaba y salía disparado? ¡Eso era pura fuerza centrífuga en acción!
Probablemente, no lo sabías en ese momento, pero estabas experimentando una de las fuerzas más poderosas de la física.
¿Qué es la fuerza centrífuga?
Esa misma fuerza la encontramos en cosas tan simples como la lavadora.
Cuando el ciclo de centrifugado comienza, se elimina el exceso de agua de la ropa con una velocidad tal que, si te atrevieras a abrir la tapa en pleno proceso, la ropa saldría eyectada como un cohete, capaz de causar un desastre.
¿Por qué menciono esto? Porque nuestras vidas, y especialmente nuestros emprendimientos, funcionan con fuerzas similares.
Entre todas esas fuerzas hay una que muchas veces subestimamos: la fuerza de voluntad. Y déjame decirte algo importante: si eres emprendedor o emprendedora, esta fuerza se convierte en una de tus herramientas más valiosas.
Pero, ¿por qué la fuerza de voluntad no se valora como merece?
Creo que tiene mucho que ver con la percepción de que no la tenemos. Nos decimos a
nosotros mismos: «No soy lo suficientemente disciplinado», o «No tengo la fuerza para continuar».
Lo curioso es que sí la tenemos, pero quizás la estamos utilizando en otras áreas de nuestra vida sin darnos cuenta.
Lo curioso es que sí la tenemos, pero quizás la estamos utilizando en otras áreas de nuestra vida sin darnos cuenta.
Geraldine Manríquez Plaza
Esto me recuerda a nuestra Retina Emprendedora que no sabemos que la tenemos hasta que la necesitamos (pero de eso hablaremos más adelante).
Ahora quiero enfocarme en algo que he visto muchas veces: cómo entregamos nuestro poder, y con él, nuestra fuerza de voluntad.
Editado por Pablo Avendaño Urra.